Diseño, comunicación, comida y museos: crónica de un viaje que fue puro arte
Del 29 al 31 de marzo de 2025, un grupo de mentes creativas —estudiantes de Diseño y Comunicación de diferentes grados— emprendió una expedición académica y sensorial a la Ciudad de México. No fue un viaje cualquiera: fue una travesura intelectual, un salto al corazón palpitante del arte y la cultura. Bajo el cuidado y la guía de los profesores Miguel Gámez y Efren Torres, docentes de varias asignaturas de la Academia Creativa, la aventura estuvo cargada de descubrimientos, risas y muchas, muchas fotos.
Desde que pusieron pie en la capital, las ideas empezaron a caminar solas. En el Museo de Arte Moderno, los trazos del pasado dialogaron con las preguntas del presente. En el MUNAL, los cuadros parecían cuchichear secretos a los ojos curiosos que los observaban. Luego, la visita al Palacio de Bellas Artes —ese templo blanco que flota entre mármol y música— fue casi como entrar a un poema de piedra y luz.
Las almas inquietas del grupo también se encontraron con el amor y el caos en los colores del Museo Diego Rivera y Frida Kahlo, aunque… no sin un pequeño desvío. En un divertido malentendido geográfico, el grupo terminó llegando primero a la famosa Casa Azul de Frida Kahlo en Coyoacán, en lugar del museo originalmente planeado. Pero como en todo buen viaje, los cambios de ruta también son parte de la magia. El error se convirtió en acierto, y tras una visita rápida al rincón más íntimo de Frida, lograron también llegar al museo correcto y cumplir el plan. Porque sí, equivocarse a veces también es encontrarse.
Y así, entre museos que contaban historias con colores, estructuras que hablaban sin voz, y visitas como la de TV Azteca, donde los mundos detrás de cámara se abrieron al asombro, los estudiantes encontraron inspiración en cada esquina. Descubrieron que el diseño está en todo: en un logotipo, en una obra maestra, en una toma de televisión, o en la forma exacta en que se derrama la salsa sobre un taco.
Porque sí, hubo tacos. Y helado. Y risas que rebotaban entre los muros de plazas, centros comerciales y banquetas con alma. Comer, caminar, perderse y reencontrarse —todo formó parte del viaje. Fue una excursión que no solo llenó libretas y cámaras, sino también corazones. Una lección viva sobre cómo el diseño y la comunicación no se estudian: se viven, se huelen, se saborean… y a veces, se bailan.
